Bibelots

Photo by Kristaps Grundsteins on Unsplash


Quisiera que todo cuanto extraño 
se manifestara en un museo comprometido
con las causas más nobles de la melancolía.
Que tu risa retumbara como eco en cada pared,
todo el día.
—o al menos, para aquellos días en que me siento invadida por la memoria; Hiraeth, le dicen—
Que el ambiente oliera a ti:
madera, tabaco; a veces a alcohol y barbitúricos.
A veces a plantas, lluvia, arena mojada.
A veces a hogar, a música, a felicidad.
A veces a almohadas empapadas en sueños y sexo.

Quisiera que todo cuanto extraño volviera por un instante:
Mi yo más insensata, más joven, más quebrada, más alegre
más confiada.
Que habitara en cada rincón de mi casa para decirme,
cuando me siento irascible,
que la vida es así, que todo está bien y que todo pasará.
Que no extrañe tanto y que ame más esto;
todo esto
todo lo que habita en esto...
que ahora es la vida entera.
Que me diga sonriendo, con ese rictus genuino y honesto, 
que a veces hay que, no solo sacudirse, sino abrazarse 
con los cambios. Dejar que todo fluya, que la luz violeta de mi corazón se encienda
y que olvide que existen normas; que me entregue, feliz y desnuda, a la anomia.

Quisiera que todo cuanto extraño no pareciera irreconocible.
Qué el pasado no me habite tanto.
Qué la vida no ocurra en vano.
Qué tú no sigas siendo algo.
Qué yo no me pierda entre los paréntesis del desencanto.

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