A las seis de la mañana
Bebí un sorbo de café y sentí el grito silencioso de mi ulcera.
Nena, tú y tu café me dan ulcera,
tú y tus lagrimas al amanecer me dan ulcera
en el estomago, en el corazón y en el hemisferio izquierdo.
Dejaste tu té al lado de la cama, como un testigo reprochador con balas hirvientes.
Dejaste los sueños debajo de la almohada, como un souvenir que habías estado coleccionando por años.
Lo habia decidido al mirar tu silueta durmiendo la noche anterior y me prometí a ti y a mí (sin que lo supieras) que antes de que saliera el sol la historia que habíamos inventado con globos de jabón, sin el colorín colorado, quedaría concluida.
Hiciste muchas preguntas,
como los test,
como las sabanas arrugadas.
como el sol tras la ventana,
como las paredes,
como el hombre rayo con su megáfono en la calle.
como los niños cuando se les hace daño.
En ese ring de boxeo perdí los contornos y preferí regalarte silencios.
Pero tú: Boxeadora profesional en estos asuntos de remendar amor,
te lanzaste sobre mí con golpecitos bajos
como tu vocecita tierna a las seis de la mañana,
los besos en la espalda, los “no lo entiendo”, los “te quiero”, los “podemos solucionarlo”.
Y ¡bah! que esto no lo hago por un asunto sentimental, lo hago por mi salud.
Lo dije así sencillo y sin pensarlo: "Nena, tú y tu amor me dan ulcera"
Tu mirada y tu voz no parecían ya de seis de la mañana,
se clavaron a mí como dardos envenenados
bebiste tu té caliente de un sorbo, así como mis palabras.
La indignación de tu amor salió de tus ojos.
Tú saliste por la puerta, sin remilgos.
No, esta vez no era el café, ni era tu amor, ni tus gotas de lluvia los que amenazaron con reventar mi cráter péptico,
esta vez - y no lo había sentido antes- era el miedo de sentirme solo.
Comentarios
Me dejaste loco, y loco me gusta.